Polaca
De
un pasado dudosamente noble
como
todo pasado noble. Modzelewska por padre,
Wyrzykowska
por madre. Es huérfana y de quince años,
mil
novecientos treinta y nueve:
pide
pega en la industria intervenida.
El
patrón frisa los cuarenta, arrancan
juntos
a Viena por los rusos. Por los celos de Müller cae presa,
acusada
a los nazis para casarlo con su hermana.
Son
más de tres los meses. La liberan los gringos, camina días a Salzburgo
y en
la plaza tras una alarma ve correr a su jefe. ―¡Papa!, chilla.
Se
casan a escondidas para que nunca la bese en la boca.
Doméstica
de su cuñado, duerme en la pieza de servicio
tal
como en Chile. Donde trajo a Goethe
y un
par de pilchas, para hacer del barquito de pesca
uno
con capitán y marineros.
Un
hijo. Viuda. Gatos. Perros. Pájaros
que
huelen como ella o viceversa.
No
está ni ahí con ver a sus nietos, le reclama mi padre.
Toco
el timbre y no suena, grito y no responde,
seis
perros gordos y furiosos ladran sobre la reja.
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