Los
Veleros
I
No
sé nada sobre veleros.
Las
puntas de mi patria se
caen
en un lago manchado
por
tintes negros.
Basural,
con olor a óxido
y
ponzoña en sangre,
ese
óxido que me llevo a la boca.
El
barrio de la punta,
ahora
bien armado para turistas,
chinos
con camaras kodak,
suecas
rubias con cara de vida,
con
cara de agua potable.
Ellos
retratan:
Lo
estancado como inminente.
Lo
perdido como juglares.
Lo
bastardeado de una vida de puerto,
como
miradas de sabiduría
de
unos viejos marineros folk,
que
aún quedan, flotando sus fofos cuerpos
en
el Eladia Isabel o en la Cachiola.
II
No
sé nada sobre veleros.
Porque
mis padres me criaron en Palermo.
Donde
el mar es una ruta calle hostel,
donde
mis veredas tienen tinte extranjero,
con
sabor a mar, a distancia,
pero
nunca color ni forma.
III
Prendo
mis velas, de velero.
Lánguidas
de falo erecto,
por
no pagar la luz.
Y mi
cuarto, que aún es mío;
no tiene bed and breakfast
no tiene room service.
Sólo
un seno blanco
y el
repicar de mis letras
en
el teclado.
IV
Letras
manchadas, atrapadas.
Contenida
mi literatura
en
el Windows 98 o Windows Vista,
de
la computadora que mi padre me regaló…
Porque
yo necesitaba una herramienta,
porque
yo necesitaba una pantalla,
una
luz, un mouse
y
una droga binaria.
V
No
sé nada de veleros.
Eso
no es tan raro,
tampoco,
sé nada, de amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario