sábado, 22 de enero de 2022

JORGE PALMA

  

 

El domador de huesos

(evocación del contorsionista)

  

 

“Con todos estos huesos tengo que vivir”
dijo para sí el domador de huesos.
Para vivir entero, de la cabeza
a los pies, tengo que domar estos huesos,
colocarlos a como de lugar,
porque mañana, o acaso esta noche,
tenga que volver a la intemperie
mojarme como otra vez
y colocar con cuidado
cada hueso en la cajita.

“Con todos estos huesos tengo que comer”,
dijo para sí el domador de huesos

¿Habrá alguna vez una noche dada?
¿Cuándo tendré calor, medio plato
en la mesa, un tercio de cuchara?

Y agua que no caiga del cielo.
Y sed que no la repare
el agua de la lluvia.

No quiero para mí
agua de lluvia,
viento de temporal
calor de fogata.

El fémur derecho
afectado por la humedad.
De tibia y peroné, ni hablar;
falanges entumecidas
omóplatos que ya no están
en su lugar
mientras se detiene de a ratos
la lluvia
y los huesos vuelven a girar:
el brazo que se pliega,
la pierna izquierda…

Un acordeón de hombre,
un fuelle humano
entrando a la cajita;
un cubo loco y transparente,
un dado eterno
girando al azar por dos monedas.

 

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