Romance
de las ofrendas
Portando
estelar ofrenda
desciende por la colina
la noche que va llenando
de silencio las campiñas:
Es
un gajo de luceros
temblorosos como espigas.
Despertaron
las luciérnagas
que hicieron siesta en el día,
y formaron en tu honor
una comparsa lumínica.
Hay
un insomnio de luna
sobre las montañas lívidas.
Aire premuroso y fresco
llegá á darte su caricia,
perfumado de rosales
y de azules teresitas,
y de jazmines del Cabo,
de pensamientos y lilas.
Para
asistir a tu triunfo,
de sus jaulas comprimidas
se salieron los ariscos
pájaros de la alegría.
Locas
están de alborozo
por volar las serpentinas.
Arlequín,
galante y joven,
arrebujado en la fina
sedería de su traje,
recorre las avenidas;
hila romances el viento,
cantan cigarras amigas;
hay un estremecimiento
de trepadoras floridas
y, cual pétalo de lirio,
en una ventana antigua,
asoma la cara pálida
y dulce, de Colombina.
Y o
soy poeta, señora,
y para tu frente altiva,
y tersa como cristales
que copian gélidas linfas,
traigo dos coronas: una
hecha con piedras que brillan
y desaparecen, luego,
como estrellas fugitivas;
y otra que· no ha de brillar
ante tus claras pupilas,
porque la· tejió mi ensueño
con hebras de fantasía.
Tiene
el fulgor de mi verso,
la elegancia de mi rima,
y habrá de. ser perdurable
hasta que yo sueñe y viva;
que es así como el poeta
sabe ofrendar las primicias
musicales, que se esconden
en las cuerdas de su lira.
Carmenza
Primera, Reina
por la gracia indefinida
de Dios, y por voluntad
de este pueblo que te admira.
Sobre la fronda armoniosa
de tu cabeza morisca,
pongo esta breve corona
hecha de piedras que brillan
y desaparecen luego
como estrellas fugitivas.
Corona
que sí es triunfal,
pero también es efímera.
En tus ojos se ha apagado
volcán que lanzaba chispas:
desgrana perlas tu boca
cuando suelta la sonrisa;
en tu pecho se han dormido
dos alondras pensativas.
Carmenza
Primera, Reina
de ilusión y de alegría;
ciño la fronda armoniosa
de tu cabeza morisca
con mi estrofa, que es corona
y en alabanzas rutila.
Esta es la corona real
que no verán tus pupilas
porque la tejió mi ensueño
con hebras de fantasía.
Y a
tus pies pongo rendido,
después de mi ofrenda lírica,
mi corazón encendido
como el zarzal de la Biblia!
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