Conversación
con un retrato
En
el diámetro variable de los meses
los días son los mismos silencios
las noches son los mismos ojos
los mismos ojos que te miran
contenida en el ataúd transparente de tu imagen de joven.
Ahora no puedes ya decirme:
—Estás enamorado de un retrato
al que dejé de parecerme
viviendo.
Estás enamorado de un retrato
y no fue ése nuestro trato.
Recuerdo las comidas, ilusiones cortas en los trenes largos
y los cuartos de hotel con camas siempre,
para tu retrato y para mí, gemelas y nupciales.
¿Para qué fui al Sur musical
donde los negros son los negativos olvidados de los blancos
si no había de encontrarte allí?
Si no había de encontrarte
sino en la torturante presencia de tu ausencia,
sino como se encuentra el Norte —tu Maine— al otro extremo.
Ahora que las últimas tardes de aire luminoso
atestiguan en New Haven,
la muerte perfumada de las wisterias y las lilas,
la momificación de las camelias,
ahora que tú misma no eres ya
más que tu nombre y tu retrato
tiempo en el tiempo
ahora que tú misma eres menos real
que los fantasmas que caen del hombre en el otoño de oro
menos real que yo muerto en tu vientre
menos real que yo que mis palabras
tus ojos me siguen a izquierda y a derecha desde tu retrato.
¿Y qué dirás cuando los entreabras
y adviertas que has dejado prendida la memoria
como una lámpara?
¿Y qué dirás de la fidelidad de tu retrato
en mi vida sin norma?
Futilidad de las palabras
futilidad del silencio
pureza del objeto.
Este retrato tuyo que me mira
y que quisiera devolverme a la vida,
hablarme.
Esta tortura fiel, puntual de tu mirada
que lo penetra todo y que no mira nada.
La angustia infantil apretada
en tu garganta de niña enfermiza
y la luz sobre tus cabellos.
Siento que me devoras y que me amas
ahora que no eres ya sino tu retrato
y el silencio sombra de mis palabras.
Si
quiero por las estrellas
saber, tiempo, dónde estás,
miro que con ellas vas
pero no vuelves con ellas.
¿Adónde imprimes tus huellas
que con tu curso no doy?
Mas ¡ay! que engañado estoy,
que giras, corres y ruedas:
tú eres tiempo, el que te quedas,
y yo soy el que me voy.
Sangre,
corres por mis venas,
y piel, en la mía pones
misteriosas sensaciones,
y voz, en mi voz resuenas.
El hueco de que me llenas,
el vértigo a que me lanzas,
los miedos, las esperanzas
en que eres yo sin ser mía,
con la angustia y la alegría
en que yo muero y tú danzas.
¿Cómo
eslabonas, vida, con la muerte?
¿Cómo decides el final destino
del que siguió tu acerbo desatino,
del niño que te cortejó sin suerte?
¿Qué
le das cuando todo ya le advierte
que ha llegado a un crucero del camino,
que no puede ir atrás, que ningún vino
le valdrá la ganancia de perderte?
Vida,
muerte, ¿qué importa? Las gemelas
se incrustan en la carne igual que puntas
lanzadas por un arco, paralelas.
Si
vives lo que mueres, ¿qué te apuntas?
Si mueres lo que vives, ¿por qué celas?
Marchan ciegas las dos, sordas y juntas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario