Embriagado
bajo la lluvia
Sí,
he
bebido.
Bebido
de un líquido escarlata
leve
y escurridizo como la sangre,
como
el sudor que brota del esfuerzo
o el
dolor contenido en una lágrima.
Bebido,
bebido
en esta noche de lluvia desolada
hasta
sentir el peso de las nubes
y
unas sueltas amapolas que me inundan
de
excitantes caricias
la
garganta.
Y
ahora vengo
enlazado
a una ronda de burbujas
en
un mágico equilibrio por las calles
a
encontrones con un rayo centelleante
y
las piedras que me cierran el camino.
Y
así voy
transportado
por inmensas mariposas
que
me llevan hasta un parque de jacintos
y
navego entre océanos de aroma
y me
duermo entre arrullos de palomas.
Sí,
porque he bebido,
bebido,
bebido hasta olvidar que existo
en
este amargo sino prolongado,
hasta
olvidar que el hambre duele
como
un trozo de vidrio triturado.
Bebido,
bebido,
bebido hasta sentir que tienen alas
mis
viejos zapatos caminados
y
que en vez de de esta camisa que me cubre
desnudándome
en jirones,
¡una
gasa cálida de espuma
me
resguarda el corazón helado!
Y
aquí estoy bajo la lluvia,
achispado
y ondulante como leño sin destino
en
el centro de un océano,
casi
próximo a la gloria,
casi
al fondo del abismo,
soberano
y vencedor
de
guirnaldas coronado,
destruido,
inexistente,
¡pordiosero
y embriagado!
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