La
sirena del mar
La
noche del 24 de diciembre es noche providencial, milagrosa. Cuando niño —porque
hay niñez allí donde reinan los cuentos—, salía a caballo a recorrer la playa
para ver salir a la media noche a la sirena del mar, para escuchar su canto,
revuelto con los tumbos y retumbos de las olas. Tal vez por la canción del mar;
acaso porque nos faltara virtud; o porque algunos de los ritos no se cumplían
debidamente, nunca la vimos ni oímos su cantar. Sólo la canción del mar, sólo
el cabeceo de las olas, su propio cabrilleo. Yo la vi y oí una vez, pero se me
ha olvidado…
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