Ligera
luz de sangre
Mi
hermano sostiene un cuchillo.
Ha decidido apuñalar a mi padre.
Esto
podría ser una historia bíblica,
si no fuera ya una historia sobre estrellas.
Lloro
alacranes —escorpiones repiquetean
y caen al piso como tijeras metálicas amarillas.
Caen
boca arriba, sobre la espalda y los ojos
pero se retuercen y se voltean sobre sus vientres segmentados.
Mi
hermano olvidó ponerse los zapatos de nuevo.
Mis escorpiones lo rodean, latigan sus tobillos.
En
ellos está lo que me punza
—hacen que mi hermano caiga al suelo.
Se
levanta, todavía con el cuchillo en mano.
Mi padre salió corriendo de la casa,
lloraba
por la calle como un farolero
—pero nadie encendió sus luces. Está oscuro.
Sólo
queda la luz que emanan los escorpiones
—queda una luz pequeña también en el cuchillo.
Ahora
mi hermano me quiere dar el cuchillo.
Alguien podría decir, Mi hermano quiere apuñalarme.
Intenta
pasármelo —como si se tratara de algo bueno.
Como si dijera, ¿No quieres un poco de luz en el vientre?
Así
como Orión y Escorpio
—a lo largo de toda esa noche negra— se pasan el sol.
Mi
hermano se suelta la mandíbula
—entre sus dientes, pulsa la roja Antares.
Una
manera de abrir el cuerpo a las estrellas: con un cuchillo.
Una manera de amar a una hermana: ayúdala a sangrar luz ligera.
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