Recipiente
Estupefacta,
como ser terrenal
que se encuentra cara a cara
con un dios zenital
que baja y lo acompaña.
Atónita
e incrédula
como novicia incauta
que adivina
la voz de un ángel
que canta
junto a ella…
Quieta,
como un cántaro
preñado
por el sabor del agua,
sorprendida
como una copa
herida
en su cristal profundo
por el paso
de una onda
de música que se alza
y que penetra con su ritmo
a la interior estancia
de lo íntimo…
Iridiscente,
como vasija traspasada
por el rayo
de una luz recién
creada.
Así,
en este estado
de elación me dejas
tras el paso
de tu hálito.
Ser alado, ángel,
hombre hecho de ojos
sin medida, de mirada sin prisa,
de aliento eterno,
de melodías sin peso,
espejo frente a espejo
revertido
en el encuentro
de tu rostro y mi rostro
y tus pupilas en las mías;
de pieles electrizadas y efervescentes,
bajo los dedos mojados
en tu música
inaudita.
Soy
recipiente de tu fuente
medular e intensa,
de tu fuero integral,
de tu vivencia.
Tu mente que se abre
bajo la greda de mi frente…
Tu pensamiento involucral
que me acaricia
y me rodea…
Y te
irás… te irás cuando los ecos
de tus arpegios
se me pierdan,
mundo abajo del tiempo,
por el grito del recuerdo…
Tu palabra tonal,
tu palabra escalar,
tu palabra musical
engastada en mi cerebro,
incrustada en mi pecho,
grabada
en la memoria
dolorosa
de tus besos.
Porque
te irás…
y yo
me quedaré en silencio…
Pero…
aún seré continente,
continente
de tus aguas,
del río de tu música
y
del de mis lágrimas,
ribera de los ecos de tu aliento,
huella impregnada por tu cuerpo,
patria del recuerdo
y monumento
para tu alma.
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