Marcelino Bertel
Qué
puedo ofrecerte
Señor
yo que soy de la raza
de los que nada piden
y todo lo dan.
Hombre montuno
encantador de los silencios
sinuanos sobre la sabana dormida.
Yo que despierto a los dioses
guardados con un pito de caña de flecha
no aprendí a leer sino la música
de los pájaros y la mirada de las doncellas.
Yo que crucé las montañas
y los pueblos perdidos del mapa
con el solo sortilegio de la adivinanza.
No tuve otro tesoro que tu tierra baldía
la melodía de tu soledad
desperdigada en estas lejanías.
Tengo
mi ombligo enterrado
en el caserío de El Cocuelo,
muy cerca de Montería,
y la voz de los ojos del agua
y el murmullo de los árboles más viejos
conocen el secreto de mi ofrenda.
No tengo nada que ofrecerte,
Señor,
sólo esta sinfonía de pájaros antiguos.
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