viernes, 20 de mayo de 2022

JULIA UCEDA

 

  

Su voz

 


Vino de más allá con su tristeza. Había

rodado por los siglos y las lunas

intactamente virgen,

vertical, pura y honda,

hecha de mármoles antiguos,

de historias y de gestas

y se rompió en mi playa lejanísima

con sonido de órganos extraños.

Humanamente se rompió en mi playa

con su verdad traída en las raíces,

con su verdad rotunda, abras adora,

y en mis arenas hubo un murmullo de oros,

un temblor en las cimas de mis dunas

y una noche más honda y pensativa

se adentró en mi silencio.

Y ahora no sé lo que me dice.

Es su voz la que bate sin cesar mis orillas.

Es su galerna la que lame

mis rocas

con la lengua salobre de la angustia.

Son sus espumas las que ciñen mis piernas temerarias.

No sé lo que me dicen. No lo oyen mis oídos.

Lo siento a ramalazos, nocturno mar,

mar viento,

arremetiendo mis costados tristes

(piedra viva sin agua; sólo tierra).

La verdad que me trae no la busco,

no está, no, en sus palabras.

Está en su voz eterna,

en su voz impalpable, huidiza, arrolladora,

lejanísimamente mía

y a la vez

más próxima y más fiel que mi tristeza.

La verdad que me trae.

 

De: “Mariposa en cenizas”

 

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