¡A mi cuenta!
En
el dormitorio de al lado sus hermanos no pueden dormir,
Los dos siguen en la escuela. No pueden esperar
A crecer y hacerse hombres para juntar dinero.
La otra noche en la cena se sentaron frente a él,
Su hermano, un hombre, pero un hombre sin nada,
sin dinero, o siquiera la posibilidad de juntarlo.
Él nunca paga, nunca deja un billete
sobre la barra, como diciendo “¡A mi cuenta!”
A las cuatro de la mañana, cuando no puede dormir,
Repite la gastada frase para sí mismo
Con un giro delicado de la muñeca
Dejando el billete caer. No puede caminar
Por miedo a despertar a su madre, que duerme
Sola en el piso de abajo, en el viejo almacén,
Al lado de la cocina. Cuando era un niño de doce
O catorce, como sus hermanos, nunca supo
Por qué chicos no mayores que él hacían
Lo que hacían, los robos, peleas de pandillas, sobredosis
Violaciones, nunca entendió la furia silente
De su padre explotando en golpes
Y patadas, botellas, platos, vasos arrojados
Por toda la cocina. La mañana siguiente sería
Tan tranquila que desde su cuarto, arriba,
Escucharía la escoba recorriendo el piso
Mientras su madre recogía los restos, y la oiría
Cantar para sí misma. Ahora está todo tan claro,
Tan obvio, se pregunta por qué le ha tomado
Tanto aceptarlo, y ser adulto de una vez.
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