sábado, 7 de mayo de 2022

ROBERTO COREA TORRES

 

  

larvario

 



Estoy en otra luz ahora,

necesariamente tuve

que asistir a esa

distinta soledad.                   El paisaje

se mueve al ritmo del parpadeo:

migrancia eterna, los destinos

hallan acomodo en la

frágil envoltura

de esta realidad imaginada

que estoy viendo.                 Se inaugura

un continente:

el ojo como carcelero

y el poema como memoria,

visión y pensamiento

trastocados en el iris,

otra verdad adjunta

no menos real

ni más fantasía

sólo esa:

la que se vive en los pasos,

la que se muere en las huellas,

la que se recuerda en la danza

siempre con un compás renacido,

desde el filamento cristalino

embebido de tierra,

poblada de gusanos maravillosos,

merodeando,

juntos

en el pulso quieto de los instantes,

entonando un tristísimo canto

para escalar,

y todos arriba

vueltos ya palabras

desmembradas desde su raíz,

desarraigadas,

son idioma en efervescencia:

corazonadas migrando

desde la vista,

que en peregrinaje azaroso

trastocan su evidencia,

se plasman

alcanzadas por la revolución oleaginosa de una pintura,

y ellas mismas

si es que acaso,                     alguna vez

no tuvieron nombre,

se sienten bautizadas

con una belleza que inquieta la pupila.

 

De: “Ahora que ha llovido”

 

 

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