Última
hora de Abderramán III
(Córdoba,
año 961)
Muere
el sol en la mezquita de Córdoba
y
nace la noche en mi corazón. Y nunca más.
Mañana
el astro volverá a su rito
y no
habrá corazón en la oscuridad definitiva.
Astrolabios,
relojes de arena, arrugas de mi rostro,
calendarios
del Nilo, memoria de los creyentes,
soldados
de mi espada, todos saben
y
comentan cómo han goteado
cincuenta
años de emirato y califato.
Tesoros,
honores, placeres,
todo
lo he tenido, todo
lo
he desperdigado.
Mis
rivales, los más grandes,
me
estiman, me temen, me envidian,
besan
protocolariamente el suelo sagrado
y
suben arrastrándose hasta mi trono.
Todo
aquello que los hombres desean
me
ha sido donado por el cielo.
La
noche viene. Cantan los pájaros.
En
este tiempo largo de aparente
contentamiento
he guerreado en Toledo,
en
Mérida, en Zaragoza, he vencido
en
todas las batallas, todas
las
perfidias del reino las he dominado.
Las
más hermosas mujeres de al-Andalus
me
han sonreído en mi lecho, cada alborada.
La
noche viene. Ya callan los pájaros.
Antes
de irme quiero contar
los
días en que fui feliz. Mi memoria
escudriña
el pasado: sólo son catorce.
Creyentes,
mortales, aprecien conmigo
la
grandeza del mundo y de la vida.
La
noche llega. Me llamaba Abderramán III.
Ésta
es mi última palabra.
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