II
Si
todo transcurre a nuestras espaldas
y en
la ciudad son extraños los signos del cielo
quién
los recogerá allá abajo
donde
los rayos persiguen
los
dóciles grumos mondados aún crudos
y
medio vacíos, las ramas
del
verde aniquilado, el tronco
obligado
a arrodillarse
como
quien recibe un disparo en la nuca.
¿Quién
nutrirá entre sus nidos adheridos
la
fuerza viva de la abubilla sedentaria
y el
concertador vuelo de las garzas
si
todo a nuestras espaldas cae?
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