[Y, al llegar el último día, el Hombre…]
Y,
al llegar el último día, el Hombre estaba solo
durante
el amanecer del mundo destrozado,
esperando
cómo de cada cosa habría de surgir
el
Retorno del Señor. Y, miren, no llegó
Nadie,
-Pero sin diferenciarse de cada reino
de
tierra y aire y agua, creciendo más
y
más violento, agudo, pesado, un rugido
perturbó
de entre la atmósfera amarillenta
Sus
oídos; y mientras buscaba, aterrado
una
bestia de formas innumerables,
el
chillido creció entre todas las sombras, hasta
que
era un quejido de pasto por la tierra.
De
repente, en lo humano de la bestia
la
angustia de ambos, pues el hombre irguió su lanza,
y,
como no existía agua que beber, la sed,
se
disparó vital y compresa. -Mientras caía él,
Debajo en el Este que bellamente surgía
vio
a la última irisada serpiente marina
que,
con la lanza traspuesta, aún era capaz
de
empujar al sol hacia dentro del muerto mar.
Versión de Sergio Eduardo Cruz
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