La
noche extrae el calor de los cuerpos
Los
pájaros se guardan en el regazo de los mangos
Las
persianas descienden
tajando
ávidas el día
y en
los bares
los
solitarios se distribuyen en parejas
se
encuentran en las sombras con su sombra.
Hay
vampiros en la ciudad, hay muertos que andan
desolados,
aquejados por la angustia
de
no hallar su doble, de convertir el amor
en
cónyuge del hambre, de no tener
sangre
y estar fríos, alimentándose del deseo
y el
rencor de las creaturas.
Es el tiempo la comunión de estos vigías
Su
caminar es elíptico, su espacio la abertura
la
encrucijada entre mañana y el pasado
la
zona bosque que delínea
el
aroma de la hembra
cuando
siguiendo
su frondura
se
internan por territorios marcados con saliva
en
busca de esa savia
que
une cuerpo árbol y tierra
Su
ansiedad corroe los espejos
En
sueños y recuerdos descubren pasadizos
y
pendiendo bocabajo
sazonan
la razón de las doncellas
o
con pálidos efluvios mercuriales
cuerpos
de infantes
amortajan.
Son
ellos nuestros padres
Bajo
la piel incuban moyocuiles
Su
descendencia
atroz
multánime
el
mundo muda
en
yerta tierra
que
cine televisión video fotografía
simulan
encantada
Sonámbulos
atravesamos
esas sombras que simulan estar vivas
sin
poder huir o entrar en su círculo de ajo
y en
el sitio donde sueño y vida se diluyen
lenguas
de fuego en nuestra piel provectan
la
argentina cinta de la vida
buscando
orificios
encontrando
las tetillas
dejándonos
ansiosos
inermes
a
las bocas del ardor y la impotencia
Cuando
dormimos
nos visitan sombras
ofreciéndonos la vida
a
cambio del diferimento de su muerte.
Nadie
los descubre cuando entran
cuando
luyen texturas que son fuente
de
doblaje y donde no se encuentra un rostro
hasta
que el corazón supura un líquido podrido
y la
ciudad entera resplandece
embetunada
por el Negro Sol de la Melancolía
y
todos sus habitantes saben
que
ya es verano, que un congreso de vampiros se celebra,
que
en bares, discos y avenidas
deambulan
y
sólo encuentran
voraces
labios de inventados ojos
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