La
Montaña del Ángel
Escalo
sumergido la Montaña del Ángel.
En
líquidos aromas naufrago y me disgrego,
a la
hora del quejido torrencial de su derrumbe.
Asciendo
por su tibia hipotenusa y sus meandros,
por
regiones de blanda y bestial orografía.
Camino
por el centro de su sombra de luna,
por
un lago de oscuros aceites siderales,
por
dos caminos blancos (avenida de las ingles).
Huelo
la quietud de su cintura estrecha
y mi
escalada cesa en el valle de las lilas.
La
Montaña del Ángel comienza entre las nubes.
La
Montaña del Ángel termina en sus inicios,
allá
donde tocarla no puede ni el delirio.
La
Montaña del Ángel es un río, un bar, un sueño,
un
torrente de frágiles caídas encendidas,
un
abismo que anida un silencio y una espera,
chorro
de aire tibio, sangre quemada en fraguas del deseo,
vaporosa
presencia perdida entre mis sienes.
Cuando
su cuerpo hinca el follaje de las nubes,
respiro
la quietud de contemplarla,
a la
hora del furor y estación de su derrumbe.
De: “Criatura
del aire”
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