La
canción del verano que se va
Las
copas de los árboles respiran profundo
y
contemplan el cielo en lo alto de las alturas
mientras
un viajero capta con su mirada precipitada
un
cristal caído en la arena que el sol alumbra.
La
cresta de la montaña clarea claramente y purga
el
interior de la boca de peces de colores y muchachas;
ayer,
a ese avión que sobrevuela,
le
pinté una lágrima de insecto.
El
viento eleva lazos al cielo;
recuerdo
que, una vez, al mar vencido
pensé
hablarle de esas olas.
Pensé
hablarle de regimientos de soldados,
de
ejercicios físicos del tronco superior,
de
zapatos rojos de oficiales de rango inferior,
de
bicicletas que circulan solas por caminos de montaña.
De:
“Abrazado a las estrellas”
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