Gorda
Dymo
En
verdad fui el último hijo que habitó el vientre de Julia Sofía,
mi mamá pintora. Así, crecí cubierto de una inevitable soledad,
rodeado de hermanos mayores, primos, tíos y un particular
tren de servicio. Toda esta explicación es para corroborar que
por suerte tengo una hermana espiritual y contemporánea,
Gorda Dymo (Gisela Alfonzo de Capellin).
A
ella la conocí hacia 1978 cuando coincidimos en la quinta
«Guayamurí» de los Villanueva Brandt. Gisela se ofreció espon-
táneamente a vender varios ejemplares de «La gaveta ilustrada»,
un número que me tocó diseñar para ese entonces.
Hermosa,
inteligente, extremadamente simpática y consecuente.
En verdad me enamoré enseguida de ella pero no me prestó
mayor atención.
Hacia
1989 volvimos a coincidir cuando ella regentaba una
preciosa librería infantil ubicada en El Hatillo. Ya para entonces
ella había fundado junto a su hermana Anita el preescolar
que ambas dirigen.
Da
la gran coincidencia histórica de que los Alfonzo-Larrain se
mudaron a Chiray, mi entrañable casa de infancia, ubicada en
la avenida El Estanque, cerca del Country Club. Así, el destino
logró que Gisela y yo compartiéramos una misma habitación
primigenia. Conocí a «Alfa», su papá, excelente caricaturista
y a doña Gisela, su gentil señora madre.
A
partir de la época de ProDiseño (1990) los encuentros significativos
se hicieron cada vez más frecuentes.
Ella
está casada con Andrés y es mamá de tres maravillosos hijos.
Fuimos al cine Paseo a ver la primera película de Harry Potter,
almorzábamos esporádicamente rememorando una Caracas
fantástica, rodeada de tupidos araguaneyes y de apacibles jardines
internos.
En
el año 2005 perdí completamente la razón y Gisela reapareció
en mi turbulenta vida como una protectora hada madrina,
cargo honorífico que ocupa hasta la actualidad.
Ella
descubrió una intensa veta literaria que la ha llevado
a escribir estupenda poesía erótica, narración imaginativa
e historias de fantásticos viajes.
A
Gorda Dymo la llamo rigurosamente todos los días del
mundo. Al despertar, con el jaleo que hacen las guacharacas
criollas, comentamos los acontecimientos más recientes y con
cierta frecuencia nos reunimos para disfrutar de nuestras
sensibilidades muy afines.
Gisela
es como el eco surreal de una centella abrumadora,
es inmensamente generosa y optimiza las situaciones azarosas
de la vida cotidiana. En fin, es una mujer adorable, rodeada
de gracia y virtudes. Parece una figura nacida de un arraigado
cuento de Julio Garmendia. Es un ser recubierto de luz.
Ella habita en una galaxia particular rodeada de una intensa
capacidad de ser el otro, de compartir el instante con gracia
e intensidad.
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