Una
mariposa entró al cuarto. Las alas enfriaron mi cuerpo. Sus limpísimas patas
tocaron mi frente. La palabra —como un nervio reventando la carne—, sonó. No
hacen falta trompetas (ni blanquísimos ángeles), hoy a todos nos tragará la
luz.
De: “Al amor también lo devoró la luz”
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