XLIII
Si
el espíritu sobreviviera a la carne, sabría
qué infinito amor desaparece conmigo.
Si mi alma flotante rodeara mi tumba
sabría qué garganta de pensante paloma
está muda bajo la tierra y los cielos que cantaba.
Sabría
cómo venerar en su siniestro estado
este cuerpo donde la razón fue igual al delirio.
Escucharía el suelo donde esta lira calla,
y vería venir todos los perfumes de la noche
sobre el corazón más dulce que pudiéramos concebir…
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