domingo, 8 de diciembre de 2024

DANIEL ARELLA

 

 

 

Cristos de diamante 

y por un río nuevo,

sin mirarlo,

con pueblos de sonido

y longitud de Arcángel.

Eunice Odio

 

 


En la tarde se incendia el río

hasta los aleros de las casas,

la tristeza enamora el viento hacia la noche,

en la cima palmeras lunáticas

estrellan su pecho en éxtasis contra la tormenta

Cristos de Diamante, me digo,

cuando veo el cielo abierto

como la panza de una vaca degollada

atravesando el puente del Alba

con el rostro hechizado y lleno de presagios.

Alcé los ojos más allá del río

y las estrellas me invitaban a su pueblo

donde cabía mi angustia antigua de reclamar

el reino traslúcido del sonido.

Bajé la mirada hacia mi paso

y vi toda la carne:

la invadía una luz de río vertical

En mi frente la estrella rodaba siendo niña por primera vez

El cielo desapareció para verme

El río es el sol

Estoy solo

La tarde

no cabe

en mí.

 

 

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