La
montaña de la pagoda del Maestro
¡Gloria
al Creador, que tantas veces se muestra ingenioso!
Una pared rocosa exhibe en su superficie multitud de agujeros
se aferran a su piel las plantas trepadoras,
apretadas al tacto,
golpea por los huesos de las rocas el agua, pegajosa en la mano.
Un bonzo de cabeza afeitada, sentado, sacude su matraca,
dos boncillos de curvos espinazos al pie del santuario montan
guardia.
Al
llegar a la meta, una sabe que el santo allí se transformó.
Fatigadas las piernas, cansadas las rodillas,
siguen igual de vivos
los deseos.
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