Día
perfecto
Me
conformo con poco: lograr el día perfecto.
Despertar
sin temores cuando la luz inédita
del
nuevo día me alce lento
del
suelo de algún sueño,
y
encabalgar instantes como versos
hechos
en un idioma
en
el que la más rebuscada
de
las metáforas sea un lugar común.
Deslizarse
por el sendero de las horas
sin
sentir que le cedemos al tedio
un
solo momento,
dejar
pasar tan sólo los recuerdos
iluminados
por la luz del agradecimiento,
gastar
algunas horas en un libro
que
sepa devolverte aquellos vértigos
de
una adolescencia que en los libros
abolía
los días ciegos.
Me
conformo con poco: no albergar ningún miedo,
no
preguntar ni quién soy ni de dónde vengo,
aceptar
que el amor es sólo un préstamo,
dejar
que el día se vaya como vino,
para
cenar jerez y frutos secos
y
música gitana perfumando el aire,
saber
que no te van a echar de menos,
y
contemplar, poco antes de acostarte,
al
niño que aún te mira en el espejo.
De:
“Los días heterónomos”
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