La
caverna
Estas llamas azules que crepitan
en medio de la casa, maternales,
este fuego vigía que sostiene
convulso, el corazón de la madera
y sacrifica en caridad su entraña
mientras nos acogemos al amparo
que prodiga el hogar,
tal vez proyecte
en la pared, ilusas, nuestras sombras.
De espaldas a la cierta luz del día,
quizá nos complacemos en tinieblas
sin sospechar que exámine reflejo
somos de otro reflejo evanescente.
Reclusos de contento en la impostura,
somos los prisioneros más extraños.
.
No obstante, en este claustro reina un orden,
hay un talento de habitar las sombras,
un saber desvalido salvaguarda
la paz inconsistente en que vivimos.
Esta caverna equívoca es la casa
que hemos logrado alzar en la caverna,
nuestro reino de infancia entre las cosas,
nuestro maduro fruto en el espacio,
la terca geometría inteligente
que ha vuelto la apariencia en su morada.
.
Frente a esta chimenea, sin reposo,
se estremecen eternas las figuras
de quienes nos habitan clandestinos
sobre el muro desnudo.
.
Demos gracias
por no alcanzar la luz que vive fuera
y estar a puro sol con nuestra imagen.
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