Andrés,
los peces cambian de nombre cuando los pescan
He
comenzado a valorar la prudencia burguesa
cuando
alojo en la casa de mi novia
con
los carretes del vecino, la radio a máximo volumen,
las
peleas, la tele que no apagan,
sobre
todo las risas que se oyen al frente.
En
mi casa materna hay silencio,
no
venden leche ni matraca el gas.
Me
reí mucho cuando un ex compañero de colegio
interrumpió
mi baile para decir que siempre quiso
darle
a mi ex. En otro sitio habría
que
pegarle. Los más pobres se ofenden
si
no ofrezco los puños. Si no los llamo, juran ley del hielo.
Como
éste es facho, brindaría si al fin le confesara:
todos
los resentidos que conozco
se
enamoran
de
la primera cuica que los pesca.
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