Ocurrió
una madrugada de 1969, cuando la oscuridad aún nos arropaba. El fuego se había
presentado sin invitación en nuestra calle y, en cuestión de minutos, logró
reducir a cenizas lo que con tanto sacrificio habías construido.
La
panadería de tus sueños se convirtió en su sombra. No entendía de dónde sacabas
la fuerza para mantenerte impasible, envolviendo a nuestros hijos en tus brazos
y recordándome con dulzura que lo más importante estaba a salvo.
Solo
durante la noche, cuando nuestros ojos no te alcanzaban, la habitación olía a
mar abierto; y en el silencio de las luces apagadas, en la contención de un
sueño frágil en tu pecho, te diste permiso para llorar como el niño que alguna
vez fuiste.
De:
“En todos mis universos”.
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