La
paradoja del místico
La primera paradoja del místico es situarse en el
lenguaje, señalarnos desde el lenguaje y con el lenguaje una experiencia que el
lenguaje no puede alojar. […] El místico se sitúa paradójicamente
entre el silencio y la locuacidad.
JOSÉ ÁNGEL VALENTE
La
primera paradoja… ¿Pero cuál es el silencio
que acabará redimiéndonos de tanta palabrería?
¿Cómo acallar ese eco que —insufrible— resuena en el poeta?
¿Cómo enmudecer los siempre que se ocultan en los nunca
y producen la artrosis del lenguaje? Silencio y locuacidad…,
la paradoja que nos remite a Valente. El místico que nos habla usa un idioma
infectado por los virus del poema.
La palabra es el cemento de una rígida escultura
que solo habla de sí misma. Dentro del propio silencio
«se incuba nuestro relámpago» mientras los ecos del siempre resuenan
sobre ese valle al que van a morir todos los nunca.
¿Cómo aprender esa lengua con la que nos hacen señas
todas esas cosas mudas?
De:
“El lenguaje de las cosas mudas”
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