viernes, 12 de septiembre de 2025

EMMA VAMARÍ

 

  

 

Tercer descenso

 


A las seis de un jueves algo retumba

La polvareda se asienta suavemente en el pétalo de un suplicio

donde los rezos se estiran hacia las guerrillas del tiyat

la tierra de todos los colores

excepto el nuestro

Y son las seis y algo de un cinco de junio

y las seis y algo de una advertencia

en oleajes que se interrumpen de pronto

y cambian de dirección hacia afuera de las rocas

hacia el futuro

donde los tonos aguardan a ser descubiertos

por los cantores que palpan

solo si se dejan palpar de vuelta

(así sienten las rocas)

Los cantos viejos reverberaban otras seis

otras innombrables seis, otras chingadas seis

otras seis chingadas canciones

seis ahuates restregándose por los techos

que resienten las seis y poco más

de un dos mil tres

una vez cuando todos los flotes 

volvieron al abuso

en otra enfermedad un pez cualquiera

Nunca nadie nos dio una voz

que pudiésemos hinchar con agua hasta la muerte

Primero llegaron a decirnos

que somos “el lugar encima de la cueva”

y luego nos llamaron hoyos

“el lugar que encubre un vacío”

por eso todo llega a desplomarse aquí

a llenar los sumideros a como dé lugar

y tal vez por eso todos nuestros rezos

no suben más allá de nuestros ojos

y amamos a tientas y sin sostén entre decepciones

y por eso los cantos siempre hablan de lo mismo:

el hijo infinitamente nacido

de la calavera

Y a las seis desboca un saquito de pasión

Galopa el cuz-cuz

Limpia la montaña

Ya no chispea

A las seis un humano

que apaga un cigarrillo

mira al único verso

imposible de teclear

y se desboca

y empieza a venir

Viene sin forma

Viene hirviendo

Viene viva

Se levanta el telón

—habemus carroña renovada—

Se prenden las cámaras

Se agitan las tumbas

Se abrazan las piedras

Se abrasan las piedras

Reciben en alfombra roja el trancazo

y el valle se amodorra

Se apoxcahua

 

 

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