Regreso
Dejemos nuestra casa
en orden antes de cerrar, por última vez, sus puertas.
Virgilio Piñera
No
puedo abrir la boca sin dejar pasar una cierta admiración.
Una
puerta abierta en su mugre de casa vieja, de patio y baldosines de ajedrez, la
boca abierta de un niño que grita, que llora ya sin llanto.
Su
voz está en otra parte. En otra casa tal vez, o a lo mejor el niño llora sólo
en sueños: ha crecido, ha restaurado y comprado la casa. La puerta estará ya
cerrada para que no se pierdan otras cosas, para que el elemento salobre de las
semanas no comience a invadir el mañana y el después de cada día.
Mientras
escribo no puedo ya hacer nada. Ese hombre adulto llora en sueños, sin voz. Sus
gritos se fueron a otra parte.
Abro
la boca con cierta admiración y dejo pasar al niño. Es más: dejo siempre
abierta la puerta.
De:
“El basilisco”
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