Quizá,
en otras circunstancias, la desconocida te advirtió que pretendía ser fugaz
desde el principio. Tal vez lo hizo y nunca lo reconociste.
¿Cómo
pudiste culparla de una historia que escribiste solo? No tuviste en cuenta tu
falta de experiencia ni tu anhelo por sentirte querido. Padecías la ceguera de
aquel que busca su mitad antes de tiempo, de quien se conforma con reflejos de
una emoción inexistente.
No
pudiste escoger a quién querías, ni pudimos escoger cuándo el buen amor vendría
a reclamar nos. Ambos, ligeramente ilusos, esperábamos algo un poco más eterno.
De: “En todos mis universos”
No hay comentarios:
Publicar un comentario