viernes, 19 de septiembre de 2025

SHARON OLDS

 

 Poema de despedida

Para M. M. O., 1880-1974

 

El enorme témpano partido espera

fuera del puerto como una nave espacial.

Manda emisarios: peces

helados y roídos, terrones flotantes,

canoas de hielo blanco como novias.

Acecha un poco más allá de la boca

cálida e hirsuta del puerto, las bayas

veraniegas en los arbustos, el hedor fuerte

de los pescados salados que se secan sobre

listones de madera. Espera. Esconde nueve

décimos de su volumen de metal

implacable debajo de la cincha del agua,

frígido como dientes de bacalao, aún

ahora en julio. El mar baña

sus infinitos y pálidos flancos con cicatrices.

Se asienta el témpano, bello como un sombrero,

nevado como las plumas de una garceta,

esperando llamar al próximo para el otro

mundo más allá del navío

absolutamente congelado.

Ella camina hacia

el agua sin el andador.

Sin ninguno de los tres bastones que siempre

se le pierden, de los que se burla, que busca

y luego encuentra sobre el brazo. Acaba de

arreglarse el pelo, los bucles plateados

obedientes como los zarcillos de hiedra

sobre la frente de su hijo. Lleva

un vestido gris de cuello blanco,

zapatos formales, medias también blancas,

un broche de diamante, y pone el pie

sobre el cristal nublado del hielo

y flota hacia su madre, flota

hacia el témpano blanco que espera

hace noventa y tres años que una muerte

calurosa le lleve a su hija preferida a casa,

una habitación nívea, larga, fresca,

las cortinas de encaje de la sala que ondulan

como banderas en el cielo de verano.

 

 

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