Cuenta
III
Querida
América,
solías
colarte en mi cuarto,
¿lo
recuerdas?
Yo
tenía once y tú venías
noche
tras noche, a Teherán, te deslizabas
desde
la vieja radio de mi escritorio,
pasabas
por la pila de deberes de matemáticas, sobre
la
desgastada alfombra persa, y me arremetías
con tus golpes de rock and roll.
Te
quería más que al chicle,
más
que a los plátanos importados
que
vendían en la calle por un ojo de la cara.
Pensaba
que eras azur, América,
como
el vestido nuevo de mamá, y kumquats,
y
naranja, cielo y amapolas.
Soñaba
contigo, América, soñaba
contigo
cada noche con la ferocidad de un niño
extraviado
hasta que te volviste real como la carne.
Y
cuando llegué,
me
embestiste
como
una carcajada.
De:
“Ábaco de la pérdida: Memorias en verso
Versión
de Corina Oproae
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