viernes, 31 de octubre de 2025


 

GAVIN GEOFFREY DILLARD

 


 

 

Al pie de

la cama sus

bóxeres

 

como el aluminio  

desprendido de una fina

crema italiana

  

De: “Apuntes maritales”

Versión de Sebastián Escobar Torres

 

 

MATÍAS ROMERO

 

  

Dios escondido

 

 

¡Oh, mi Dios ignorado y escondido
en algún sitio de mi pensamiento,
que no te puedo hallar pero te siento
como un dolor de amor desconocido!

¿Te hallaré alguna vez en un recodo,
inesperado acaso, del camino?
hoy doy pasos de ciego desatino
y como hundiéndome en un negro lodo.

Ciénaga sin sentido es mi conciencia,
enredo son los hilos de mi mente
y mi pobre oración, sólo demencia.

Si tuviera que estar eternamente
en este batallar de encierro interno…
pienso que no otra cosa es el infierno.

 

 

ÁLVARO DARÍO LARA

 

  

Homenaje a Luis Cernuda

 

 

A 40 años de su muerte

Sólo sabía decir palabras.
Sus palabras contundentes hacia el techo.
Sus palabras incendiando la quietud de los espejos.

Soledad y cruel abandono para el alma.
Así vagó. Así vivió, Luis Cernuda
el hombre más valiente
que dictó la flor oscura y verde
del extraño amor que se arrastraba
por los túneles y callejuelas
de aquella España irremediablemente desangrada.

Luis Cernuda
conjugando nubes y olvido.
Un río esperando el alba.

Crece la desolación
anulando todas las quimeras.
Se yerguen de pronto, otras imágenes.

Ahí no existían horarios ni citas.
Nudo de la corbata para llegar
puntual a los destinos.

Sólo había un cuerpo resplandeciente.
Un búcaro, un junco
abierto hacia la interminable noche
hacia la fría madrugada
de la más suprema elegía.

Él sabía que la dicha
era un engaño de los dioses.
Como Góngora
comprendía
la universal metáfora de la rosa.

Esplendor de lo fugaz.
Brillo que apenas dura un instante.
Así buscó el amor.
Así negó el amor.

Ahora, Luis Cernuda, el de los tactos
y las miradas que descubrían un cuerpo
tras las rústicas ropas.

Mira, como todos seguimos aquí,
sembrando girasoles en la luna
bebiendo del agua azul de los recuerdos.

Encontrando siempre nuevos rostros
soltando la misma estrella
creyendo férreamente
en la fábula de las alas.

Así, las cosas, en tu 40 aniversario, querido Luis,
poeta, Luis Cernuda.

(2003)

 

 

JACQUES ROUMAIN

 

 

Escaparse

 

 

Creerse solo y contento
en la sabana y
vaquero
echarle lazo a las quimeras
sin reparar en
las manos que sangran
por haber halado hasta el pecho
el Vacío amargo.
Correr por los cañaverales
entre
erizos de espadas de plata
al sol,
creerse planta
convertirse en planta
sentir la caricia de múltiples brazos
mezclarse en los múltiples brazos
oír nacer dentro de sí una música
que habiendo resonado
de costa a costa
volverá a morir en sí.

 

Versión de César Panza

 

 

LOURDES FERRUFINO

 

  

Comercio y magia

 

 

Transita una horda de muchachas
con paso firme frente a la catedral
Tomadas de las manos
Fatídicas
Impolutas
Expectantes
Andróginas.

La más joven
lleva una flor iridiscente sobre su pezón.

En la acera un muchacho
con camiseta de letras impronunciables
dos o tres demonios azules
contempla por azar
la belleza de un pezón desafiante.

El humus de un automóvil
nos despierta de ese leve sueño
interrumpido
por un pezón enarbolado
cual si fuese una abeja de luz.

 

 

FRANCISCO GAVIDIA

 

  

Sobre mi verso

 

 

               Como lo debo sólo
al rubio Apolo, y porque en mí no fuera
propio que elogios propios escribiera,
son estos versos en loor de Apolo.

               Mi verso es verso llano,
en que suena la voz y en que el acento
del hombre se hace oír y el eco humano.
               Apresurado o lento,
como de un río la sonante plata
               cuyo espejo retrata
gentes, bosques, viviendas y animales,
árboles, rocas, vida y movimiento,
               corre en libres raudales,
llevando al par idea y sentimiento.

               Como lo debo sólo
al rubio Apolo, y porque en mí no fuera
propio que elogios propios escribiera,
son estos versos en loor de Apolo.

 

 

jueves, 30 de octubre de 2025


 

FABIÁN GUERRERO OBANDO

 

 

 

XI

 

Es el último día

 

Es el último día,

Porfían,

Sobre el día ya muerto.

 

Deja una cosa espesa

Y grumosa

 

Ya no su guijarro.

 

De: “Tardía calma”

 

 

JUAN MARCELINO RUIZ

 

 

Cinco

 

 

A paso torpe se encamina el alba,

semeja el rostro de una prostituta aún sin maquillarse.

De nuevo,

masticar el viento vulgar de un día cualquiera,

soportar el roce de un orbe que aniquila

cantar la muerte del otoño

golpear las sienes

tragarse las uñas y las horas.

Será esta         la última noche en que no muero.

 

De: “Números Negros”

 

HENNING H. BERGSVÅG

 

  

 

¿Las palabras ya estaban formadas por completo? ¿Las habías leído

para ti misma, dentro de tu cabeza, ahí dentro

 

tras tus ojos, las habías visto?

¿O fueron creadas en su camino fuera, apenas

 

cuando las palabras fueron dichas

se volvió claro para ti?

 

Esta vez no hablaré. Voy a escuchar.

 

Gestar con la palabra un vacío en la habitación.

Gestar con la palabra un resquicio en el aire.

 


De: “Tú no estás aquí”

Versión de Juan Gutiérrez-Maupomé

 

GAVIN GEOFFREY DILLARD

 

 

 

En algún momento cerca de

la mañana me besó como si

creyera que seguía

estando dormido

 

recé para no despertar

nunca

 

 

Entonces le dio

gripa y se durmió en su

propio cuarto y

pensé que la

pared entre nosotros podría

desmoronarse

 

De: “Apuntes maritales”

Versión de Sebastián Escobar Torres

 

 

 

DAVID GONZÁLEZ LOBO

 

  

Espejismos


 

Vienes como lluvia tropical

como la tromba de una borrasca

y desbordas las copas de los cedros.

Bajas rauda por su marcada corteza;

te abres paso entre la hierba y las piedras,

e inundas la llanura.

La pueblas de algas, musgos, piedras,

de arena fina,

y llenas de viento y de olas diamantinas la superficie.

Bajo el sol, sueño la lluvia de tu boca dormida.

 


LOURDES FERRUFINO

 

  

Estado de vigilia

 

 

Genoveba
huye de su torpe linaje de agricultores
pregunta por los años bisiestos
aúlla, transcurre y abrocha
siempre en estado de vigilia.

Genoveba
hundida en el letargo después del hospital.
Resistente a las ergástulas del dolor.

Genoveba
llena de gracia
discursiva y sin llanto.

Me reconozco incapaz de revelar tu suerte.
Vientre materno/ irreconocible/ algún tiempo mío.

Genoveba
no merezco desatar tus sandalias.

 

miércoles, 29 de octubre de 2025


 

FABIÁN GUERRERO OBANDO

 

 

X

 


Es para peor. No siempre lo adviertes

 

Es para peor. No siempre lo adviertes,

Pero cada vez te haces más lento

Más bajo

Más débil.

 

Sientes que la presión sanguínea aumenta.

 

Es la de tu observador privado

Que camina dentro

Y empeora contigo.

 

El siguiente paso ya es concertado.

 

 

De: “Tardía calma”

 

JUAN MARCELINO RUIZ

 

 

 

Dos

 

 

Llueve

del techo se descuelgan

gota a gota retazos del insomnio

se van empapando el piso y la hora once.

Mi ángel guardián

sacude sus plumas enfadado,

derrama la tinta y la impaciencia,

lo arrojo

tres palmos más allá de la ventana;

busca refugio

escupe unas palabras sucias.

Las manecillas

se vuelven una sola

en el punto más alto de la esfera

 

De: “Números Negros”

 

 

HOMEIRA TARI

 

  

 

Huimos como animales de todas partes,

De Irán que descansa en el horror

De Iraq que se quema en el fuego del dragón

De Londres que se entretiene con trozos de muertos

De los EE.UU. que genera la muerte con sutileza

 

Vamos, por todas partes como animales

En la selva de la democracia

En los cactus de la modernidad

En los pozos negros de la religión

 

Versión de Hebert Abimorad

 

GAVIN GEOFFREY DILLARD

 

  

 

Le dije

que me gustaba

estar solo

 

y

se mudó conmigo  

por el desafío  

 

 

Me besó

yo no lo estaba mirando

 

mis ojos se abrieron

 

 

Ahora nos besamos en

cada mirada

 

un comportamiento compulsivo

en el mejor de los casos

 

 

De: “Apuntes maritales”

Versión de Sebastián Escobar Torres

 

 

RODOLFO HÄSLER

 

  

Ciudad Juárez

 

 

Caminando por la ancha avenida, en dirección norte,
el paso lento y cimbreado, las manos en los bolsillos
del estrecho pantalón vaquero, azul como las largas piernas.
La cadera prieta por el cinturón incitaba a la lectura
de dos inciciales entrelazadas en plata, trofeo ostentoso y viril
que anunciaba vete a ver qué locura desbocada,
allí mismo, en un oscuro lugar, verde y amarillo sobre el metal
quemante de tanto manoseo.
Saliendo del Kentucky el aire achicharraba a los insectos
y la noche ya oscura lucía su oferta cercana a la frontera,
de un lenguaje incisivo de resabio tex-mex,
el alohol verdoso, la madre de las margaritas,
apremiante ligereza para la voluntad vencida.
No podía imaginar el cielo cuya luna es un sombrero stetson
blanco, lo único puro que asiente en mi cabeza.
De nuevo en el bar las chicas nos sirven guacamole, fajitas,
machaca norteña, y mientras traen más bebidas
y nos obsequian con dulzura humillada,
sus largas uñas buscan surcos en la carne de la espalda.
El paladar ansioso de ardiente chipotle
rumia palabras enredadas que no puedo pronunciar,
válidas no más para una noche arrebatada, inesperada,
noche rabiosa y cruel bajo el polvo del desierto.

 

 

ROGELIO SAUNDERS

 

  

El camino a casa

 

 

Vivir la vida,

¿no es cruzar un campo?

Perplejo ante

la abrumadora

sabiduría de los muros,

trató

de volver la vista

atrás, hacia

su vida

oscura o clara como un

túnel. Deslumbrado

por el sol de invierno.

Olvidado como

el yermo espacio de juncos

entrelazados sin futuro

con la tierra negra.

El largo,

desmesurado camino inexplicable.

El hombre-simio recorriendo

con terror los campos desiertos,

el espacio infinito,

entre centelleos,

entre gritos

de devastación

salidos

de bocas pálidas,

de mudas,

sigmoideas cabezas repetidas.

No había nada.

No hubo nada.

Sólo

la casa vacía, el

vacío espejeo

de las manos. El sórdido

ajetreo alegre de papeles

revoloteando alrededor

del hacha. Los lentos

y feos edificios curvados

bajo el denso cielo.

El camino de hierro

final, el vertiginoso

fracaso. El humo

de los ojos que,

preguntando,

parpadean.

Un balbuceo

como de niño que sueña.

Un dedo que ondula

en el vaho. El paso

urgente no sujeto al hogar,

fortuito

como un beso:

esa cara

es la mía.

En la multiplicidad

del rezo,

la boca sueña.

Hay más cristales enterrados

debajo de los cimientos

del puente,

de los que puede contar

el ojo del hombre.

Todos los días

son el mismo día.

Todos los rayos

parten en dos el mismo ojo

que gotea.

La mano restaña

la herida del ave

con desgano

o reluctancia.

El caminante grita perplejo.

Cae como un badajo el:

«No he vivido ahora».

Pero, ¿quién ha vivido?

Nadie sabe

a dónde va la mano.

La boca

habla para sí misma.

El sordo sonido sacude

los pastos amargos.

híbridos, sin oportunidad.

El ilusorio cristal vuelve,

la historia

se repite.

Llegado a un alto

casi final al absurdo

pataleo o carrera,

todo se levanta

como un gran muro invisible

fabricado por fantasmas.

¿Cuál era tu casa?

¿Quién hizo

todo esto?

¿Para qué? ¿Cuándo?

Ritmo uniforme que va segando

las pálidas,

orgullosas cabezas

con aburrimiento

metódico,

al término de un aquelarre

descolorido,

digno del movimiento

sin defensa.

Látigo acabado en codo que cruza

la cara: el quebrado,

irreconstruíble

espejo.

Las absurdas palomas

pegadas

como manos

al cristal fallido.

El sordo

goteo en la

vastedad vacía

de la ajena casa,

construida por nadie

para nada.

El silencioso

páramo de los sueños

cruzado

por el relámpago

de la risa.

El miedo

antiguo como la voz pánica

que canta sola.

Escalofrío

del shakuhashi.

¿De qué trataba

todo esto?

La madera se curva

vencida por el peso

del agua.

La erizada

cercanía de los campos

y su imposible sueño.

El movimiento

ridículo como una

escaramuza.

Confusión

amarga o

meramente ingloriosa

de noche y día.

Noche y día

las manos en la cabeza.

Los pies

sobre la tierra cruda.

Diez mil años

para saber esto,

con certeza de brocal.

Nuestra vida es como una

batalla

entre los cuernos

de una serpiente.

Los huesos entrechocan

en la mano inmóvil.

El final

no es amargo

ni sórdido.

Es como una

conversación junto a la ventana.

La oblicuidad

del cuello

lo dice todo.

Hay un ojo despiadado que mira

desde la contraventana.

Ojo de pájaro.

Ojo inmóvil que de

limita.

Creeríamos

que estamos enfermos

sólo hoy?

Qué sólo

hoy supura, jadeando,

la garganta,

rehén de lo desconocido

en pos del desviado ojo?

Oh las flores

de papel.

Oh el rostro

acanalado.

Todavía

corre pero ya

sin el salvaje miedo,

pues lo desconocido ha sido

sepultado por la grisura

de las ciudades.

El tren sigue su marcha,

borrando la encorvada espalda

o lomo

engrosado de escarmiento.

Pero el ojo,

mudo en su cuenca,

abultado de horror,

sigue fijo en el aire,

en el espeso

jarabe de sueño y nada,

viendo la huella roja del camino

y el trazo

fulgurante del relámpago.

Libre y muerto para siempre bajo

los pálidos,

derrumbados abedules.