Sin
distinguir las direcciones
Sin
distinguir las direcciones en el juego de mi tránsito,
equilibro mi peso lejos de las esencias tentadoras,
y no recuerdo el descanso de las sillas.
Un
juego perdido
que cometemos
y olvidamos su silencio inquietante
siempre.
Nos
dispersa y mueve nuestra hoja
con su viento,
y nosotros, que no nos cansamos
de repetir su paso.
Ahora,
por ejemplo,
cargo mis pies
y me balanceo en el peso de sus direcciones,
buscando su insomnio o algo que lo señale.
Ahora…
como suele suceder.
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