III
Con
el alma en claroscuro,
Dolly, vuelvo,
con un agridulce en las palabras.
Fue un día feliz
a pesar de una tristeza
allá en el fondo.
Fue un día acerbo
de un no sé qué amargo.
……………La vi,
entre la caravana de sonrisas
satisfechas y ansiosas.
La vi cumplir un ciclo.
La vi crecer.
La vi comerse el mundo,
brillar más que los demás.
Escuché su nombre, Dolly,
y se detuvo todo excepto ella.
Aplaudí con fuerza,
con quebranto,
con nostalgia,
con la arrogancia
de saberla superior,
con la satisfacción
de haberme dado por entero,
con la soberbia del verso
que pone el dedo en la llaga.
La escuché por última vez
en el último minuto
con un último intento,
como quien pide auxilio,
como quien auxilia al que pide.
La vi cruzar la escena
tan segura de su paso
que se rindió mi voluntad
y cualquier somera fuerza
………..que aún me quedara.
La vi
y el nudo en mi garganta ahorcó
la palabra destinada a su oído.
Ella ungió con su mirada
mi manifiesta intranquilidad
que amenazaba con inundar
las proximidades, las mesas
curtidas de conversaciones
esporádicas y todo cuanto
ofrecían los recovecos aledaños.
Recordé lo remoto de mi sitio
………..frente a su boca.
Recordé su prudente despedida.
De lejos, Dolly,
con mucho orgullo
con la dicha del afortunado,
desde el lugar que me adjudicó
y que ahora me toca en su recorrido,
la vi extender sus alas y volar,
………..volar muy alto.
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