La
apariencia
Una
ciudad enferma es un invierno frío,
un
invierno tan frío como el dolor sin viento,
un
rincón es un verso,
un
huracán un águila,
agosto
una mentira.
Las
cosas nunca son lo que parecen.
Lorca
es la luna quieta
sobre
el estanque rojo,
Neruda
un animal
que
se retuerce y llora.
Tampoco
los poetas.
Borges
cogió del tiempo su descaro,
Vallejo
jamás leyó a Cernuda,
Cernuda
nunca quiso una mirada
que
pudiera salvarle,
Miguel
Hernández tuvo
en
su mano un fusil,
y
Alberti que fue un pájaro
azul
como las olas...
Los
poemas que duelen son de todos,
la
razón de los días está en ti,
el
tiempo no comprende la existencia,
y
la ciudad aún duerme,
todos
duermen...
La
noche es un lugar para el olvido.
La
niebla nunca suele acomodarse,
los
barcos que se hunden son ciudades
en
el fondo del mar,
la
música es el eco de un lugar muy profundo,
las
palabras son cofres que contienen
una
parte de ti que pretende ser pájaro.
Y
hay un lugar que tiembla,
los
lugares que tiemblan son paisajes,
paisajes
parecidos a septiembre,
cartas
que son espera,
direcciones
de viento que procuran
recibir
un adiós cuando es octubre
y
nada se parece al equilibrio
de
aquello que has amado.
La
muerte es un instante que ya es nuestro,
el
frío una razón para sentir
el
calor de los otros.
Nada
aquí se parece a su contrario,
este
dolor tan simple es un desierto.
(De Razones para huir de
una ciudad con frío)
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