martes, 8 de enero de 2013

FERNANDO VALVERDE



  

La apariencia



Una ciudad enferma es un invierno frío,
un invierno tan frío como el dolor sin viento,
un rincón es un verso,
un huracán un águila,
agosto una mentira.

Las cosas nunca son lo que parecen.

Lorca es la luna quieta
sobre el estanque rojo,
Neruda un animal
que se retuerce y llora.

Tampoco los poetas.

Borges cogió del tiempo su descaro,
Vallejo jamás leyó a Cernuda,
Cernuda nunca quiso una mirada
que pudiera salvarle,
Miguel Hernández tuvo
en su mano un fusil,
y Alberti que fue un pájaro
azul como las olas...

Los poemas que duelen son de todos,
la razón de los días está en ti,
el tiempo no comprende la existencia,
y la ciudad aún duerme,
todos duermen...
La noche es un lugar para el olvido.

La niebla nunca suele acomodarse,
los barcos que se hunden son ciudades
en el fondo del mar,
la música es el eco de un lugar muy profundo,
las palabras son cofres que contienen
una parte de ti que pretende ser pájaro.

Y hay un lugar que tiembla,
los lugares que tiemblan son paisajes,
paisajes parecidos a septiembre,
cartas que son espera,
direcciones de viento que procuran
recibir un adiós cuando es octubre
y nada se parece al equilibrio
de aquello que has amado.

La muerte es un instante que ya es nuestro,
el frío una razón para sentir
el calor de los otros.

Nada aquí se parece a su contrario,
este dolor tan simple es un desierto.

(De Razones para huir de una ciudad con frío)

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