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Rumbo al manantial, ya temeroso de lo que pudiera
suceder en la Isla, vi unos monos jugueteando con algo similar a una pelota ,
por curiosidad, los ahuyente a pedradas.
La pelota resulto ser un cráneo de niño y en la parte frontal
podía leerse esta sentencia de un poeta latino:
“no pongas grandes esperanzas
En la breve existencia”.
De “Una isla de breves
ausencias”
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