sábado, 4 de mayo de 2013

ELENA TAMARGO





La muerta


Teníamos en común algunas cosas: comíamos la sobra de los pájaros;
compartimos el vino y las almohadas;
escogimos el nombre de Nazim y el aire para poner las tumbas;
él no creía en dios porque ya lo había visto;
teníamos amuletos: las palabras;
ahora yo soy la muerta y él escribe estos versos.

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