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Peregrinar
por la Isla. Acercarse al desplumadero de las aves. Al playón sin rumores de
los quelonios. A las faldas del volcán de humo. Al criadero de medusas donde
todo lo invisible es transparente o pasear alrededor del obelisco, donde siguen
apareciendo palabras sin que yo sepa quién las escribe.
Estas
corresponden a hoy:
“Mi
corazón de pobre no agoniza
Y
un perfume con luz me nombra gobernante
De
la Isla de las Breves Ausencias”.
De “Una isla de breves ausencias”
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