sábado, 14 de junio de 2014

ALEJANDRO LAVQUÉN


  

Jornada

 

Algunos obreros se emborrachan
en los bares que circundan
las riberas del río,
vuelven a su casas como sonámbulos
embriagados de antiguas canciones,
mendigando un boleto
de bus.
Las fábricas se encienden en la hora
que muere antes del primer
mordisco de pan.
Todo es tardío en los estómagos
de los obreros,
todo es plenitud en la caja fuerte
del cabrón que los explota.
El día avanza, y un murmullo de miseria
lapida los intestinos de la ciudad.

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