lunes, 7 de julio de 2014

JORGE LUIS MORALES


 
 

En cómo los contornos

 
 

Las jardineras son posesiones de una luz sin cita,
embajadas que amis tuvieron su verdor de espacio.
Las miramos. En su cuerpo retirado ya pernoctan
las telas quebradizas olvidadas en la víspera.

Si tan lejana surge -como de la baldosa
de los vestuarios es húmeda su sombra-
no retiremos esa inclinación a lo largo,
pues acude a ser lo que otrora fue tardío pago.

La soledad de las arras imposibles;
el desencuentro en los bosques fragmentados
con un humo de altura que en las venas nos sofoca:
dirigibles que admiramos con cordura.

Digamos sin embargo lo que afuera nos extingue;
siempre acecha la cautela con su roce primerizo
e, inmediata al mar, la soga de los pasos
que declara exangüe su pesadez de algas.
Exigencia de lugar y, a la vez, clausura
del lugar fundado; transparencia convertible-
luego, en alas somos todos su naufragio-
en puerto inaccesible, en episodio o en derrota.

En los arenales marcamos postes con premura,
aguaceros sucediendo en las rampas del sigilo.

 

 

 

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