jueves, 17 de julio de 2014

MIRNA ESTRELLA PÉREZ


 

Nunca pensé…

  

Nunca pensé que fuéramos bruma,
tan envueltos en la invisibilidad
que era imposible extendernos la mano.
Yo quería abrir cortinas,
poner en la radio canciones de amor,
saltar sobre la cama,
tener sexo duro a toda boca,
pero tú me pediste que me mordiera la lengua,
que me mantuviera bien lejos de tu pecho
para evitar así volverme trascendente.
Yo te necesitaba.
Tú me pasabas la mano por la cabeza
como premio de consolación.
Un día me di cuenta de que todo estaba oscuro,
tu voz siempre con interferencia,
con la prisa del que se esconde,
yo con la mía tan quebrada, tan inútil y llorosa.
Un día dejaste de sonar en mi cabeza.
Me volví loca tirando muebles,
quemando libros, desconectando aparatos eléctricos...
Ese mismo día, ante el alboroto,
entró a mi casa un batallón de gente, la jauría.
Miraron muchos a través de mí,
como si yo no existiera, y rieron junto aquel que dijo:
Yo no creo en fantasmas.

 

 

 

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