Del
aire a la mano
Cada
vez que lo lanza
cae, justo,
en el centro del mundo.
Octavio Paz
Se
envolvía lentamente de manera que la cuerda
no
quedara una sobre otra a cada vuelta.
En la
mano el trompo
quedaba
contra la curvatura
de
los cuatro dedos largos
mientras
el pulgar lo sostenía por fuera.
Un
extremo de la cuerda anudado al dedo central.
Se
miraba.
Los
nervios tensos.
Y se
lanzaba al aire
en
tal forma que cuando iba llegando al suelo
un
leve tirón a la cuerda lo hacía retroceder
de
nuevo a la mano.
Todos
los miraban y había orgullo del bueno
en su porte.
Con
él en la mano, girando.
Nunca
lo logré. Tiré una y otra vez
pero
en vano.
¿Podré
escribir este poema?
Hay
una solución para cada respuesta.
Es
cierto.
Pero
nunca pude tirarlo del aire a la mano.
Y es
todo.
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