La
furia de las vergas
Ahí
están, dejándose caer en los platos del desayuno,
parecen
ángeles,
plegándose
en su ala triste,
triste
animal,
cuando
anoche bien que estaban ahí,
tocando
el banjo.
Una
vez más llega la luz del día
con
su sol inmenso
su
madre tráiler, sus motores de amputación.
Bien
que anoche
la
verga conocía el camino a casa
tan
dura como un martillo
golpeando
con todo su poder tremendo.
Ese
teatro.
Hoy
está tierna,
un
pajarito.
Tan
suave como la mano de un bebé.
Ella
es la casa.
Él es
el la torre.
Cuando
cogen son Dios.
Cuando
se separan son Dios.
Cuando
roncan son Dios.
En la
mañana untan mantequilla sobre el pan.
No
hablan mucho.
Siguen
siendo Dios.
Todas
las vergas del mundo son Dios.
Floreciendo,
floreciendo, floreciendo,
dentro
de la dulce sangre de mujer.
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