Tango
de pasos
El
tac-tac-tac de sus tacones
siempre
me obsesionó desde niña.
Recuerdo
con amor,
como
me sentaba a esperar esa música,
casi
idílica, casi celestial de sus pasos.
No
entendía su llegada
sin
su taconeo constante
y mis
oídos buscaban entre el ruido
a
veces gris de la calle
el
tango azul de sus zapatos.
Como
el tacón sobre el pavimento,
muchas
veces me imaginé
el
perfecto tono de un tango,
y
cuando entendí por primera vez alguno,
mi
corazón latió desesperado
buscando
entre montañas de sonidos
aquel
baile de sus pasos.
No
comprendo su llegada sin un tango,
y es
que entre tantos caminos,
algo
en mí se ha desquiciado
y he
olvidado que los pasos son sólo pasos
y los
tangos, sólo tangos.
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