El
sueño indeciso
Y
entonces supe que le había pedido al mundo demasiado.
Le
había pedido al mundo que cumpliera mis sueños
cuando
mis sueños eran el mundo.
Le
pedí al mundo que diera un paso hacia mí
pero
yo no di un paso hacia el mundo.
El
día en que lo hice,
él
dio un paso hacia atrás
y
todo se volvió arena movediza
tonel
de errores,
noria
de lágrimas,
el
mundo
se
apartó y quedaron los sueños
flotando
afuera de él
fuera
de mí
fuera
de todo.
Quedaron
los sueños sin casa
y sin
mundo
y mi
alma era una casa vacía
una
sala de conciertos
en
donde el silencio
se
sentaba a escucharse
callar
eternamente.
Yo
era un cansancio sin sueños
y un
sueño sin descanso.
Era
el principio de la sed,
el
agua amaneciendo al primer río.
Yo
era el sonido
que tienen
las calles
que
no tienen tu nombre,
oh
sueño
sueño
que le diste
formas
a las cosas,
arquitecto
de lo deshabitado.
(y mi
sueño, sin sed y sin sede
tomó
vidas enteras para gestarse)
nació
como duda en la cara de otros hombres
que
no sabían si era miedo
o el
principio de un deseo.
El
sueño nació proscrito
como
si nunca hubiera conocido paraíso.
Y era
apenas una queja,
una
zozobra tímida
asombrada
de que los hombres
le
posaran los ojos en el cuerpo.
Porque
el sueño en ese entonces
no
tenía cuerpo,
y
nada de lo que tenía cuerpo se parecía al sueño
desnudo
en un mundo de vestidos
el
sueño cerraba los ojos para no ver a los que lo miraran.
Porque
el sueño quería ser mundo,
quería
ser agua
quería
ser cuerpo,
por
más que no fuera sino miedo
y
dolor y deseo.
Odiaba
a los hombres
y a
la ruidosa solidez de sus realidades.
Los
hombres y sus calles y mercados,
la
vida, esa gran mercadería
de
noches y destinos
con
todos sus colores giratorios,
esa
ronda agitada de pasos frenéticos
corriendo
hacia el gran tragadero de la muerte.
La
muerte,
esa
bolsa henchida de sueños desinflados,
ese
tiradero de mundos
donde
el sueño
era
apenas
una
tentativa.
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