jueves, 21 de abril de 2016

GLORIA GABUARDI




En la montaña de las brumas de Estelí

                                                             A Francisco de Asís



Con los pálpitos del corazón entre los dedos,
llegamos a la Cima del Mundo.
He colgado mis miserias
en el ojo de esta luna transparente
y  tirado con desdén mis angustias
a un lado de las nubes.
Pienso dormir en ellas,
revolcarme de dolor o de alegría,
jugar al  volandás o chimpilicoco
o por lo menos, tener mis pensamientos amorosos
(mi hija allá lejana, y mis hijos lejos, mi corazón hecho trizas,
dividido como sandía destrozada).

Que mis sueños cabalguen esta noche,
arrullados  por el ruido fantasmal de los grillos,
 hasta donde lleguen los límites
de mi corazón abierto en pampas
como la flor de la bandera española.

Estoy de nuevo en la Cima del Mundo.
En la Montaña de Las Brumas de Estelí,
equidistante del Quiabuc, lejos del Tisey
y lejos del Guarumo,
entre el mundo de los vivos
y la eternidad imaginaria,
entre la realidad trágica de mi Patria
y lo fantasmagórico de lo creíble y la mentira
entre el inventario del mundo de los vivos,
seco, árido, despalado y destructivo
como un cuadro gigantesco de Dalí
y el abismo de lo fantástico y del mito.

Aquí, como en el Pamir, en  Tadjikistán,
entre Afganistán y China
en Asia Central,  el Techo del Mundo,
queriendo encontrar a Dios
entre el azul del cielo que toco con mis manos,
y el celaje lapislázuli , verde, jade, morado, gris del atardecer
en el rumor de los pinos que aún quedan con vida,
o en las huellas de Marco Polo

y su aventurero caminar en las batallas del tiempo
o en las crueldades de las guerras del gran Khan,
arrasador de pueblos y montañas.

Yo llegué a la Cima de la Montaña del Pamir,
y  me asomé en el verdor de su laguna transparente
la misma del gran Marco Polo
y puse mi huella sobre su huella.

Aquí en Estelí, tierra de mi Nicaragua,
vuela mi ojo hacia el infinito 
sin  encontrar límite que lo contenga
y con un corazón colgado como relicario
donde guardo los colores del crepúsculo y del ocaso
las lágrimas de la vida y de la muerte,
la imaginación y la risa de los míos,
los nombres de los que se fueron,
las añoranzas de los que están vivos,
la raíz de mi origen,
y la savia oculta del pozo de mis deseos.,
no vaya a ser que en este despale inmisericorde
hagan que desaparezcan para siempre.

Y se van , vuelan mis sueños
navegando como góndolas entre las nubes
llevando tan solo el registro del viento y su violencia,
donde el eco es como una espiral que se engulle al mundo.
Y la inmensidad de esta tierra despalada
y la voluptuosidad de su tristeza,
dan rienda suelta a mi nostalgia y a mi furia interior.

Aquí estoy,  en  el  Cerro de las Brumas, en estas montañas,
donde hace ya muchas lunas, no penetraba la luminosidad del día,
y el rocío bastaba para desencajar el mar del llanto,
de las ánimas en penas,
donde desembocaban las pasiones de la vida.


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