Al
límite del vértigo
Ella se sabe al límite del vértigo,
desciende hacia los túneles del mundo,
más allá de la sombra y el infierno,
para sobrellevar en el desastre
una vida carente de sentido.
Atempera una imagen
subiendo por los tonos del lenguaje,
sin cuerpo entre la música del alba
sobre los entramados de la luz.
Sin piel lívida de aire
atesorando espejos en el alma,
para tener un reino que imitar.
Sin peso que atormente en la locura.
Sin densidad de agua.
Ella se sabe nadie o sabe nada
y diluye su nombre en el umbral
de un laberinto sucio o derrumbado.
Ella llueve sin lágrimas de acero
sobre copias ocultas en las calles.
Ella disuelve el grito en las aceras
y rompe las esquinas de las aves
sobre las horas vanas del deseo.
Sin artificios hartos de fingir,
sin kilos aferrados a costumbres,
sin volumen de un tiempo ya caduco.
Ella se sabe algo o sabe alguien
y desciende en picado por la herida
de la pasión dispersa en gotas cálidas
en la hojarasca seca del otoño.
La misteriosa joven ya traslúcida
busca el instante amado de la muerte
que la devuelva al cúmulo perfecto
de la fusión de niebla y sol heroico.
Ella se sabe huesos
entretejidos siempre a la verdad,
para sobreponerse a los teatros.
Espacios intangibles de penumbra
donde la redención puede llegar,
mientras suenan sirenas
en las plazas
o un abrazo, por fin,
de protección.
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